NHEER: Capítulo 7

El joven azabache lo observaba con intensidad, recibiendo un claro reto por parte de su padre. Parecía que ambos pretendían transmitir tensión con sus gestos, y la evidente posición de desafío por parte de Sasuke empeoraba la situación.

Luego de unos segundos, Fugaku relajó su expresión facial, aprovechando el intervalo de calma para acariciar su frente intentando relajarse.

Sasuke rápidamente analizó su conducta, buscando el motivo de tal tranquila sonrisa que surcaba los envejecidos labios. Más interrogantes se acumularon en su mente y es que no se permitiría pasar a llevar cualquier indicio de desaprobación.

—Explícame la razón que te impulsa a pedirme semejante cuestión.

Mordiendo su labio inferior, volteó sobre su cuerpo y rondó por la oficina, rearmando las respuestas que preparó con tanto cuidado. Suspiró fuertemente antes de dignarse a contestar, sin embargo su padre se adelantó:

—Hijo, no debería decirte esto ya que es algo que sabes a la perfección…

—Antes de que yo aclare tu duda, tú respóndeme algo, ¿Por qué nuestra familia se ve incapacitada de relacionarse con los donceles?

El extenso silencio al que su padre optó le descompensaba.

Sus extremadamente ansiados deseos de compartir su vida con Naruto se veían cada vez mas lejanos, tal parecía que su padre no quería contribuir en el inicio de su felicidad, sino llevarlo a un abismo que el mayor denominaría como honra, característica propia de sus familiares. Aunque no quisiese aferrarse a las precipitadas soluciones de una dificultad que ni siquiera se presentaba, lo hacía con desesperación, mientras esperaba escuchar la respuesta de Fugaku.

Dejaría para después las interrogantes sobre su futuro, debía con el máximo de sus fuerzas luchar por la aceptación de su romance.

—Nuestra familia simplemente no puede crear un vínculo con ellos.

—¡Esa mierda la he escuchado toda mi vida! –Gritó con furia— ¡Quiero otra respuesta, maldición!

—Hace años se acordó que jamás nos uniríamos a ellos.

—¿Por qué?

—Somos la familia principal, Sasuke. Perteneces al clan que administra toda tu región, todas, absolutamente todas las consecuencias de sus actos recaen en nosotros, somos quienes deciden el porvenir de cada individuo que habita aquí —Suspiró—. Supongo que aquello ha despejado tu mente.

—Las generaciones anteriores han velado por este maldito lugar, en ningún momento a mis antepasados se les ha cruzado por sus mentes establecer preferencias hacia los donceles.

—Uno de los tantos deberes que tienen los Uchiha como gobernadores es asegurar el orden. No permitiré que por ignorar algún insignificante detalle nuestra región crea estupideces y hallen su conformidad en una rebelión.

—Tu mismo los excluyes.

Si no fuese por la excelente audición de la que presumía a su avanzada edad, no hubiese oído el susurro frustrado de su hijo.

—¡Tu alejas a los donceles de nosotros! ¡Los tienes encerrados! Las personas jamás los han conocido, ¿crees que eso los hace feliz? ¿crees que los habitantes estén contentos con tal aislamiento? Seguramente piensan en una clara inclinación a ellos.

—Todo lo que he hecho ha sido enfocado a la satisfacción de ellos. Mi pueblo sabe las cualidades especiales que tienen los donceles y del riguroso estudio que hemos realizado. Mis decisiones, Sasuke, siempre han sido acertadas.

El joven adulto agachó la cabeza, durante unos minutos, creyendo que ya era momento de contarle la parte oculta de su vida.

—Yo, padre —Chasqueó su lengua— podría afirmas que nunca he faltado a las ordenes de la familia principal, pero esta vez… te lo pediré, no como un poblador más que quiere la aprobación de su autoridad, sino de un hijo que quiere ser feliz y para eso recurre a su padre.

Al saberse atendido completamente por Fugaku, prosiguió.

—Estoy enamorado padre, no se con exactitud en que momento ocurrió ni por qué, solo se que me encuentro preso por ese sentimiento que Naruto creó en mi. Y… es simplemente maravilloso, se que es recíproco, se que no me es indiferente. Quiero ser su pareja y enseñarle todos aquellos paisajes de los cuales le hemos privado. Yo realmente… no veo un futuro sin él, por eso te pido que autorices nuestra unión.

—Sasuke… no puedo hacer…

—Accede, intercede a mi favor.

Supo que Fugaku dudó, lo supo cuando vio esa mirada comprensiva que solo un padre es capaz de dedicar.

—Será un asunto que discutiré con el clan…

—Pero…

—Sasuke —Le interrumpió—. Veré que puedo hacer.

—Te lo agradezco padre.

Sintió deseos de abrazarlo, para demostrarle cuan feliz le hacía saber que su padre no lo abandonaría.

Tenía una pequeña posibilidad de vivir junto a Naruto en la región, sin embargo buscaría otras vías alternativas por si el poder de Fugaku no fuese suficiente para hacerlo la excepción a la regla.

Caminó en dirección a la puerta, girando levemente su cabeza para que Fugaku viese su pequeña sonrisa.

Ya había dado el primer paso. Si conseguía el permiso de su clan solo bastaría convencer a su apreciado doncel de olvidar todo su rencor para dar paso a la dicha de vivir juntos en la región natal de ambos, supuestamente.

Al salir de la oficina Sasuke recargó su cuerpo contra la puerta, ignorando sus emocionados pensamientos donde reproducía imágenes en las cuales Naruto descubría el mundo detrás de esos cuatro muros.

—Algo muy bueno debió sucederte.

Al tener a aquel sujeto que lo conocía muy bien estrechó su mano y palmeo su espalda, un cariñoso saludo.

—Hace mucho que no te dignabas a aparecer, Shino —Reprochó—. Muy atareada debió ser la labor que te impuso mi padre.

—Solo larga —Aclaró—. Presiento que debo enterarme de algo.

—Actúas como mujer, pero es cierto.

—Y supongo que la historia te tiene como protagonista —Suspiró—. Tú y tu afán de destacar.

—Esta vez no soy solo yo. Vamos, lo sabrás mi hogar.

Muchos pobladores saludaron al par de jóvenes, algunos les interrogaron por su prolongada ausencia, a las cuales el único que respondía era Shino ya que Sasuke no comentaría con desconocidos su prohibido romance.

Con impaciencia, Sasuke permaneció en el cómodo sofá de su casa mientras su amigo conversaba con los empleados, que claramente sentían un gran aprecio por él.

—Lamento el acoso por parte de mis sirvientes. —Dijo una vez a solas—. Sigo sin comprenderlo, así que solo lo acepto.

—Supongo que soy un hombre agradable, aunque tampoco estaba enterado de eso —Se sentó frente a Sasuke— Tal parece que ese algo también te ha vuelto un hombre agradable.

—Quizás. En realidad… me siento distinto.

—Dejemos para nuestra juventud esta conversación oculta. ¿Qué es ese algo tan especial que ha revolucionado a mi amigo?

—Ese alguien —Corrigió— se llama Naruto.

—¿Un doncel?

Asintió con lentitud, notando la preocupación en la pregunta de Shino.

—Sabes que…

—Es imposible —Completó Sasuke—. Eso creía pero no lo abandonaré.

—Sasuke, tú sabías mejor que todos que no puedes formar un vinculo con los donceles, ¿por qué te involucraste más de lo necesario?

—Fue algo que no pude evitar —Confesó—. Si lo hubiese ignorado, habría pensado más en él, lo perseguí, lo busqué porque así lo quería.

—¿Eres feliz?

—Más que nunca.

Llamó a una de sus empleadas para que les sirviera dos tazas de te y algunos aperitivos.

—¿Qué planeas hacer?

—Casarme con él.

—Explícame tu plan, Sasuke.

—He hablado con mi padre para que convenza al clan para que acepten mi unión.

—¿Y si no lo aceptan? ¿Qué harás?

—En eso estoy pensado Shino, me aseguraré.

—Más te vale que lo hagas, porque sinceramente no creo que te den tal trato especial.

—Deben hacerlo. Esta es mi tierra y Naruto el amor de mi vida.

Agradeció la comida que prepararon para ambos. Shino tomó su taza y bebió el delicioso té que contenía.

—También he pensado en… marcharme, solo si no permiten nuestra unión.

—¿Qué opina él al respecto?

—Es lo que más desea —Sonrió con pesar—, detesta este lugar.

—No lo comprendo.

—Yo tampoco lo tengo claro, es bastante confuso, pero odia todo lo que este relacionado con la región.

—Debió ser dura la batalla.

—Bastante —Concordó—. Sin embargo he llegado a él.

—Supongamos, Sasuke —Dejó la taza sobre la mesa—, que tu clan te manda a la mierda, y sabiendo lo mucho que Naruto quiere marcharse, ¿te irías con él?

Meditó bastante la hipotética situación, imaginándose lejos de su región, comenzando una nueva vida rodeado de sitios y personas desconocidos. Cuando creyó tener una respuesta elevó su mirada y la fijó en ese par de ojos ocultos tras aquellos negros lentes.

—Lo seguiría hasta el fin del mundo.

—Realmente… te has vuelto un estúpido Sasuke. Te felicito.

Una suave carcajada proveniente de Sasuke sonó en ese salón, luego de recordar la época en la que ambos adultos opinaban sobre la ausencia de cordura cuando se ama a alguien, y la orden de jamás volverse un ser idiota como el resto.

—Lo sé, pero ya nada tendría sentido sin Naruto. Solo me queda que me permitan ser su esposo.

—No creo en la suerte, pero te la deseo.

—Te lo agradezco, la necesito más que nunca.

Finalizaron su encuentro con un fuerte abrazo y amigables palabras. Shino debía volver a su hogar y a Sasuke le urgía ver a su querido doncel.

No fue conciente del trayecto que realizó ya que su mente construía todas las posibles situaciones, con sus problemas y soluciones, era de suma importancia estar completamente preparado para cualquier incierto futuro.

A diferencia de la vez pasada, los guardias actuaron respetuosamente, disculpándose por el conflicto anterior. Igual de sorprendido asintió y se dirigió, atravesando el pasillo, al edificio habitacional.

Ciertamente, si fuese un varón sin un apellido cargado de poder, sus paseos se verían detenidos y el acceso al recinto denegado. Ya no sabía si agradecer o detestar su clan.
Caminó con lentitud, enterándose de que el día prontamente se convertiría en noche y no gozaría de mucho tiempo. Más ansioso de lo normal, aceleró su caminata, pisando con más intensidad el alfombrado suelo. Su bolsillo no guardaba sus llaves, por lo cual tuvo que golpear la puerta.

A los pocos segundos fue abierta, dejando a la vista a Naruto, que entrecerraba sus ojos producto del reciente sueño en el que se encontraba.

Ambos sonrieron, cómplices del emocionante descontrol que sentían sus corazones. Sasuke ingresó, siendo él quien cerró la puerta.

—Es un poco tarde —Dijo Naruto— Yo ya me preparaba para dormir.

—¿Preparar? —Cuestionó Sasuke—. Claro, como si tu rostro no te delatara.

—Solamente me lanzé –Caminó hacia la cama—, me acomodé y no se que sucedió después.

El doncel se recostó sonriéndole a Sasuke, invitándolo a acercarse. Una vez, cerca de Naruto, se sentó a su lado y acarició el rubio cabello que se esparcía por la almohada.

—Te extrañé –Declaró—. Siempre es así.

—Lo tengo más que claro.

—He de suponer que no sientes la misma necesidad por mí.

—Eso… será una duda que tendrás por mucho tiempo.

—Soy un hombre paciente para tu mala suerte.

—¡No lo eres! Idiota mentiroso, pierdes la paciencia enseguida.

—Lo dices como si me conocieras.

—¡Por supuesto que te conozco! Basta escucharte una vez para ya saberlo.

—No soy tan fácil de leer —Frunció el ceño—. El que tú sepas eso es solo porque me conoces muy bien.

—¿Y si fuese así que? —Infló sus mejillas—. ¿Qué tiene de malo?

—Olvido que eres un niño todavía. Demasiado inmaduro.

—¡No evadas mi pregunta, tonto!

—Tú eres el único que cree que es malo conocer a la persona que ama.

—Yo no creo que… —Golpeó el brazo de Sasuke—. ¡Siempre me haces eso!

—¿Qué cosa? —Rió mientras tomaba su mano—. He hecho nada.

—¡Dices algo y haces que yo lo diga! ¡Uchiha enfermo! No me engañaras de nuevo.

—Entonces tendré que hacerte sentir eso.

Inclinándose sobre el cuerpo de Naruto besó su frente, sintiendo con sus labios la suavidad de aquella piel. Una fuerte mano se ubicó en la manga de su abrigo, tirándolo.

—Rómpeme mi abrigo –Susurró sobre su boca— Y te mato.

—Me gustaría ver como lo haces —Desafió—, Uchiha.

—Naruto.

—Era broma, idiota.

Atrajo a Sasuke para que se aventurara a dar el siguiente paso, consiguiéndolo.

A ambos les encantaba sentir los labios del otro, amaban tales besos, intensos y dulces, tan fantásticos que deseaban poder disfrutaros el resto de sus vidas.
Solo quedaba poder ser libres de aquella regla impuesta por la familia principal y poder hacer su unión oficial, porque la presencia del otro ya era vital y nada podría cambiar aquello.

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